miércoles, 31 de diciembre de 2008

Mi íntima historia con ‘The final bell’: ‘la nana de Dios…’

Esta es mi confesión…

La película Rocky fue escrita, protagonizada y dirigida por Silvester Stallone. Debutó en 1976, y fue ganadora del Oscar como mejor película. En realidad, esa película no me gusta. Pero si se expone en cualquier televisor, tengo que quedarme viéndola… sólo por el final… Sólo por ese final...

Y siempre me he preguntado qué tiene ese minuto y cuarenta segundos, que me eriza los vellos de los brazos, y me hace llorar como un niño desconsolado... Cuando aparecen los créditos, tengo que aplaudir como tributo, como dándole las gracias a ese final que me conmueve de tal manera, que casi nadie ni nada puede... Ese final me viene emocionando desde contaba entre 12-14 años de edad, fecha en que creo que vi a Rocky por primera vez.

De todas las películas, no he visto final más emotivo como el de Rocky. No importa cuántas veces vea ese final, tengo que llorar tendidamente. Me maravilla cómo es que hace que broten las lágrimas que están atrapadas en mi corazón… Cuando me recupero de ese llorar descontrolado, siento que he sido despojado de mis cargas o expiado de mis pecados. Es, también, como si saliera de una terapia sobre cómo consolar el alma.

Lo más sorprendente, ahora en esta etapa de mi vida, es que he descubierto lo que jamás pensé… Que no es ese final de la película lo que me hace llorar… No es la secuencia de imágenes en las que Rocky Balboa una y otra vez llama gritando a su novia Adrian, y ésta sube al cuadrilátero, abraza a Rocky y comienzan a decirse que se aman… Descubrí que no era breve secuencia visual… sino la pieza musical que está de trasfondo… Dicha composición se titula ‘The final bell’, compuesta por el estadounidense Bill Conti (quien ganó el Oscar por mejor canción por ‘Gonna fly now’, canción emblemática de la película Rocky).

Así que, todas las lágrimas que han sido liberadas durante tantos años, ha sido ese magistral 1:40 de acordes y tonos, melodía y armonía... He hecho la prueba escuchando en distintos medios electrónicos ‘The final bell’ hasta seis veces corridas, y el resultado es el mismo…: me bebo las lágrimas de mi alma… Otra confesión es que cuando estoy abatido o quiero consuelo o descargar mi corazón, escucho ‘The final bell’… Creo que es la composición musical más extraordinaria de todos los tiempos.

Tiene que ser ‘la nana de Dios’, en cuyo mensaje te da la esperanza que Dios, en antes de la última campana de tu vida, te recompensará al final. Deliro con decir que: con esta canción, la divinidad de Dios se presencia. A veces pienso que si no lloras con esta canción…, no tienes vida.

Pinchen en este vídeo para que escuchen ‘The final bell’.

Por favor, confiésense… Y comenten si se conmovieron, lloraron…, o sólo son devaneos que sigo arrastrando, y no encuentro cómo deshacerme de los mismos…